miércoles, 20 de febrero de 2013

Pequeña Criatura Muerta

Y... un día pareció esfumarse.
Y... un día simplemente... resurgió de sus cenizas.
Y... un día lo único que hizo fue darse cuenta de su sufrimiento.
Un sufrimiento cruel que había vuelto a renacer.

Sí, se dió cuenta de que ese sufrimiento cargado de ira que acechaba cada poro de su piel se había logrado colar en su cuerpo a traves de todos esos poros hasta dejarla sin respiración.

Una respiración que ya resistia inutil, pues de poco le sirve el aire a una criatura muerta.
Muerta por dentro. Muerta por fuera.
Mas su rostro ya no reflejaba vida alguna, tan solo un gran pesar que día tras día hacía crecer el dolor.
Dolor en la mente. Dolor en el corazón.

El tiempo se transformó en una caja llena de lágrimas que, sin demora alguna, poco a poco se quedaba vacía cual reloj de arena
Y cuando esa caja al fín secó... solo quedó un hueco entre la oscuridad.

Tal abismo se escondía tras esos ojos sin vida, que los sentimientos ya no significaban nada.
El amor que una vez hubo, quedó en el olvido.
La ira que en su pecho acumulaba, se consumió para no volver
La tristeza que la precedió, permaneció en un letargo marchito.

Solo quedó el dolor estancado en el limbo.

Todo lo que un día conocío lo guardó en lo más alto de una torre, arrojando la llave hacia las garras de esa ira que una vez sintió, pues bien sabía que ella no se la devolvería.
Y comenzó su viaje a través del mundo de las sombras.
Un mundo entre la vida y la muerte. Un viaje condenado a un vagar sin fin.

Ella no lograba entender porqué.
Por qué si estaba muerta podia seguir respirando,
seguir caminando sobre sus pies,
seguir observando a través de sus ojos vacíos.
  
Aunque, no le importaba, pues ya no podía sentir nada.

Y aquellos que la rodeaban podían mirarla, podían sentirla.
Pero ella no tenía consciencia de ellos.
Tan solo una mirada perdida y una inexistente sonrisa reflejaban su soledad.

Creia hayar la paz a través de su propia oscuridad.
Pero es imposible encontrar luz allí donde no hay nada.
Aunque eso, tampoco importaba, pues ya no podía sentir nada.

Olvidó lo que era soñar.
Sus deseos ardieron y se consumieron en el fuego de la eterna desesperación.
Todo se reducía a una infinita cavidad hueca.

Pero era como una bomba de relojería.
Pronto se dió cuenta, de que el bloqueo de sus emociones tenían alguna razón de ser.
Y esa razón, fue el resurgir del dolor, del sufrimiento.
Su condena eterna.

Se dirigió hacia el espejo.
Miró sus ojos, vió su propia rendición.
Tras ellos se escondía la verdad. La única verdad.
Se enfrentó a ella.

Ella creía no sentir, creía estar vacía.
Creía ser tan solo un punto muerto.

Pero... en realidad no estaba vacía.
Al contrario, estaba llena. Llena de dolor ciego y despiadado, devorador de almas y pasiones.
Devorador de vidas.
Su vida.

Jamás dejó de sentir.
Todo sentimiento, ilusión y sueño fueron consumidos.
Primero por la ira.
Después, por la tristeza.
Por último, por el dolor.

Había preferido creer que era incapaz de sentir.
Solo con el fin de bloquearlo.
Solo con el fin de poder hayar descanso.

Pero había descubierto la verdad tras aquel espejo. Cayó el telón, y con él, la función.

Dirigió su mirada hacia la ventana.
Pensó en la eternidad que parecia envolver al cielo y a las estrellas.
Una eternidad, que al fin de al cabo, un día llegaba a su fin.
 Pero en aquella noche cubierta de estrellas nació una última plegaria.

Un último anhelo nacido de la última esperanza que le quedaba.
Quería ser eterna.
Navegar más allá de las estrellas, hayar por fin la paz en la eternidad.

Consumida y cegada por ese amor que un día rompió su corazón dando paso a la condenación...
Rompió el espejo.
Y de todos aquellos pedazos en los que ella veia reflejados partes de su alma muerta,
recogió uno de ellos y se dirigió hacia la azotea.

Una vez allí, contemplando las estrellas, cortó su piel sin ni siquiera dudar.
Y allí se tumbó. Y allí esperó.
Lentamente por su ropa, su piel, y el suelo se esparcía el espeso rubí que le guiaría hasta el descanso eterno.

Por primera vez en mucho tiempo, dibujó una sonrisa en su rostro.
Por primera vez en mucho tiempo, se sentía aliviada.
Por primera vez, en mucho tiempo, encontró la paz.

Ahora, puedes ser eterna.
Pequeña criatura muerta.