martes, 26 de septiembre de 2017

Un Suspiro Más

Un suspiro más. Uno de tantos.

Porqué será, que siempre que crees que alguien sujeta firme tu mano, sientes que esa fuerza flaquea, y comienzas a escurrirte.

Porqué será, que cada vez tengo más claro que cuando uno deja de sufrir es cuando está solo.

¿Es que estoy loca? ¿Estoy loca al pensar que, al fin de al cabo, en la única que puedo confiar es en mi soledad?

No puedo estar tan loca cuando después de tanto tiempo ella es la única que acaba regresando a mis brazos sin decepción alguna. No puedo estar tan loca, cuando tras mil intentos de olvidar estas preocupaciones, el dolor haya dejado un rastro tan intenso.

Una creencia muy falsa, la de tener fe en que si obviamos lo que no queremos ver, podremos seguir adelante sin mirar atrás. Tal vez sea así en cierta medida, es probable que no miremos atrás por pavor a lo que podemos encontrar, sin embargo eso no hace que las nubes negras desaparezcan, al contrario; Esas nubes negras, que acumulan inseguridades, dudas, y un miedo terrible, terminaran por colapsar en una tormenta eléctrica que estremezca hasta el más nulo sentido del juicio.

Y ese aguacero se tornará realidad en tus ojos, y cuando éstos no puedan soportar tal cauce de pesar, sequen al fin, dando paso al tormento solitario del alma, que llorará triste y sola.

Solemos decir que, cuando suceden este tipo de cosas, cuando algo duele tanto, cuando sientes que un pedazo de tu corazón ha emprendido un camino que no puedes seguir, nos sentimos vacíos. Pero no, no es así, nada más lejos de la realidad. Ese pedazo de ti que ya no está, ese todo que se ha tornado en nada, simplemente ahora está lleno de sufrimiento.

En el mismo instante que un hueco queda vacío, llega nuestra mayor tortura para rellenar todo aquello que acabamos de perder.


martes, 15 de agosto de 2017

El sapo que siempre quise besar

Existen mil y una historias sobre el amor.




Sobre qué es.




Sobre cómo se siente.




Podrás leer todas y cada una de ellas, y por mucho que lo hagas jamás llegarías a comprender la que viene a continuación. Jamás, pues para ello deberías estar en la piel de la persona que lo narra, esa misma persona que lo vive con pasión y que ahora mismo disfruta de este pequeño tiempo que le lleva transcribirla a este diminuto rincón.




Aunque, puede ser, que si tú que estás leyendo esto eres la persona adecuada, puedas llegar a saber lo que es; porque ahora eres parte de mí, y tú y yo somos las dos últimas piezas que conforman el final de ese puzle compuesto de un millón de trozos que es la vida, completándolo y dándole un sentido.




Porque es verdad, me consume la oscuridad, nací con ella y me toma de la mano cada día de mi vida. Pero ahora mi otra mano la sostienes tú, y lo más importante de ello es que nunca la sueltas. Desde que la hiciste tuya, jamás decidiste separarla de tu lado; sin embargo, la oscuridad de vez en cuando me abandona, incluso me atreveré a decir que a veces soy yo la que la abandona a ella. Por ello, por mucha oscuridad que pueda formarse a mi alrededor, por mucho que se extienda esta infección que me envenena, no vencerá, pues tu jamás me dejarás caer en ella.




Si bien no hay nada claro respecto a ese dichoso sentido que buscamos continuamente hacia la vida, si bien es todo una duda infinita que parece no obtener respuesta, yo hoy lo tengo más que claro. Pero no nos confundamos, no es un sentido compartido, no es la respuesta definitiva; es el sentido que tiene para mí, el sentido que tú le das a mi vida, y es que tú eres la personificación de dicho enigma.




Porque el sentido de mi vida es estar a tu lado: ayer, hoy, y siempre.




No sé si alguna vez llegué a coronarme princesa de un gran cuento. Es posible que lo hiciera sí, pero de fantasías absurdas y pletóricas sandeces. Esto es diferente, esto es un cuento real, uno de carne y hueso; aquel que si lo arañas sangra, y que si lo acaricias se estremece. Un cuento como la vida misma, uno cuyas heridas y cicatrices forjaran con determinación y esfuerzo un futuro digno de ser leído. También habrán hermosas flores, flores que sin remedio algún día arderán; pero lo harán solo para volver a resurgir de sus raíces, cada vez más profundas y más fuertes.




Porque esta princesa ya no cree en las hadas.




Porque, esta princesa, por fin ha besado al sapo que siempre quiso besar.














lunes, 7 de agosto de 2017

El Final de la Última Batalla

Odio,

 Rabia,

Ira.

Todos y cada uno de ellos tienen algo en común: son sentimientos muy poderosos, y son los mayores tiranos que gobiernan en mi cabeza. Su poder es tan grande, que no hay voz de la razón que los apacigüe, los dome, ni si quiera que consiga calmarlos un instante.

Son impasibles, se retuercen desde las entrañas y se abren paso hasta mis 5 sentidos, convirtiendo todo lo que canalizan en pura rabia y desesperación. Mi corazón se vuelve tan oscuro, que tengo miedo de que un día no recupere su color.

Tal vez me gusta pensar que la felicidad, el amor o la compasión son los sentimientos más poderosos del alma, me siento bien y encuentro cobijo y consuelo en esos pensamientos cargados de positividad y esperanza;

pero es todo una gran mentira.

Me gusta pensar que es así, porque prefiero aferrarme a algo en lo que no creo con tal de no sucumbir, de no dejarme arrastrar por los demonios que quieren ahogarme en el barro y quedar totalmente enterrada bajo el yugo de mi mayor tormento.

Pero, en el fondo yo sé la verdad, y la verdad es que el sentimiento más poderoso del alma, es el odio. No hay luz suficientemente brillante que sea capaz de iluminar tanta oscuridad, ni hay medicina bastante buena como para curar tal devastadora enfermedad. Es la metástasis más devastadora del cuerpo y de la mente.

Es común en mi encontrarme librando batallas permanentes contra la tristeza, el odio, la ira, la rabia, la desesperanza, la desilusión, incluso esa autodestrucción que cada vez gana más fuerza. Sé bien, que aunque siguen siendo muchas las batallas, ya no son tantas como antaño; aún así, eso no lo hace más fácil, pues cada vez son más pesadas y más duras de ganar.

Tras tantos años de interminables guerras, una cosa me ha quedado clara, y es que así será mi vida hasta el día de mi muerte. Cuando llegue ese día en el que concluya la única batalla que todos estamos destinados a perder, será cuando consiga la paz que llevo persiguiendo desde que tengo uso de razón.

Incluso a veces tal vez, y solo tal vez, piense en adelantar el final de esa batalla.

Porque a veces no lo soporto más.

Porque, a veces, solo quiero que el dolor duerma y no se despierte nunca jamás.





domingo, 9 de julio de 2017

El poder de las palabras

Ser débil. Ser fuerte. ¿Alguna vez nos hemos planteado por qué nos aferramos tanto a unas simples palabras? ¿Por qué nos importa tanto?

Tal vez no se trate de unas simples palabras, tal vez, tras ellas, se encuentra todo aquello que nos recuerda porqué deberíamos rendirnos; porqué deberíamos volver a levantarnos.

Cuando el dolor es tan grande que te hace sentir minúsculo, débil ante tan devastador sentimiento, sientes que no hay nada en este universo, absolutamente nada que te ayude a soportar tal carga. Nada que te alivie. 

¿Ya no queda nada para ti?

Lo que parece una simple palabra, puede ser aniquiladora de mundos. Mundos que no vemos, vidas enteras donde ni si quiera imaginamos la increíble cantidad de sufrimiento que poco a poco las asola, devorando cualquier rastro de felicidad que encuentra a su paso; una tormenta tan devastadora, que me da pavor simplemente recordar que más de una vez también derrumbó por completo todo mi mundo, con el sufrimiento que ello conlleva.

Y pensamos... ¿Cómo? ¿Cómo detengo esto? ¿Quién vendrá a ayudarme a salir de esta tormenta que no cesa?

Pero, el sonido del poderoso trueno que acompaña a la lluvia torrencial de tu interior no te deja ver más allá de aquellas nubes que ennegrecen todo aquello que un día fuiste; y parece que en dichas nubes, aparte de tu desesperanza, se alberga también tu futuro. Paciente. Esperándote.

Y no nos damos cuenta. No nos damos cuenta de que no necesitamos absolutamente a nada, ni a nadie. Que la única fuerza que necesitamos reside en uno mismo, que no necesitamos ver el sol para poder continuar, pues solo necesitamos comprender que esa tormenta no viene a engullirnos.

Esa, esa tormenta a la que tanto temes; feroz, implacable, oscura. Esa, no es más que el renacer de un mundo nuevo, destructor del anterior, de un mundo que ya no tiene cabida, donde ya no hay lugar para él en tu corazón.

Porque tú mismo eres, y debes ser, esa tormenta. Convertirte en el destructor de todo aquello que construiste, para poder volver a alzarte de nuevo, mucho más fuerte. Porque, aunque creas que la llama de tu corazón está apagada, no es así; vuelve a mirar, y date cuenta de que esa llama está más viva que nunca, ayudándote a renacer de tus cenizas, recordándote que no todo está perdido.

Conviértete en el fénix que forje con su majestuoso fuego ese nuevo mundo sobre el que estarás orgulloso de caminar.

lunes, 13 de marzo de 2017

Grito de Socorro

Hace demasiado, demasiado tiempo, que no utilizo éste blog como un pequeño rincón donde compartir mis sentimientos. Mi pequeño rincón donde siento que lo puedo decir todo, un rincón que es mío, un rincón donde me siento segura, un rincón donde siento que nadie puede hacerme daño.

Y eso, es exactamente lo que necesito ahora mismo, que nadie más pueda hacerme daño.

Es una larga historia, tanto que hay partes que ya ni siquiera comprendo, o tal vez simplemente he decidido que no tiene sentido buscar la respuesta a todas esas preguntas. El porqué es muy sencillo... no merece la pena.

Pero... ¿qué la merece en realidad? Después de tantos años me empiezo a preguntar si de verdad hay algo lo suficientemente valioso como para que merezca la pena pasar por esto. Es muy triste, que la respuesta a esa pregunta sea tan breve; y no es una respuesta breve porque contenga pocas palabras, si no porque las cosas por las que merece la pena luchar son muy escasas. Ojalá pudiera fingir que no me importa, que todo esto es una tontería y que no hay nada más que hablar. Bueno, por lo que parece es así, no hay nada que hablar porque es más fácil decir que uno ya ha zanjado sus cosas y cerrarse en banda.

Simplemente, llega un momento en el que nos cansamos de sufrir y pasarlo mal por gente que no merece la pena; por ello, lo mejor es seguir hacia delante, olvidar cualquier tipo de rencor y ser feliz con uno mismo.