viernes, 5 de noviembre de 2021

5 Dedos de Agua

Sumergida en 5 dedos de agua. No sé si es dulce, o salada. No acoge vida alguna, no proyecta sabor. Solo agua, cristalina y pura.

Ni tan si quiera reposa sobre ella el color del cielo, solo se ve el fondo a través de su pulcritud. Un fondo liso e impoluto, completamente níveo, como si el mar en lugar de arena cobijase bajo él un manto de nieve virgen.

La atmósfera me regala una fotografía digna de un marco, un cuadro bañado en colores tan intensos como bellos. Turquesas que se tornan azules violáceos bañados entre tonos anaranjados y rosados con explosiones doradas que terminan de decorar esta hermosa estampa. Sin embargo, tal como el suelo, está vacío.

Vacío en formas. No hay sol, ni luna. Ni una sola nube, ni tan siquiera esa pequeña estrella que ante el anochecer tiene hambre de brillar. Solo el horizonte donde son amantes cielo y agua.

Ni siquiera encuentro respuesta ante el enigma ¿Es esto un atardecer? ¿O quizá sea el amanecer?

La respuesta más lógica sería, espera. Espera y observa lo que sucede, y así la incógnita quedará sellada. Pero las respuestas fáciles no siempre son las más acertadas, puesto que aquí no parece fluir el tiempo.

He deambulado sin rumbo dentro de estas aguas ya durante horas. Todo sigue exactamente igual. Mire donde mire, no hay nada más.

En realidad, miento al querer vaticinar cuánto llevo aquí. Lo que a mí me han parecido horas puede ser tan solo un producto de mi imaginación, subyugado por el modo de medir el trascurso del tiempo estipulado en el único mundo que conozco. El único que conocía.

Contando con esa posibilidad, quién sabe si llevo aquí segundos, minutos, horas, días, meses, años... eones. Parece algo imposible, nada a mi alrededor cambia, exceptuando el bailoteo del agua que sigue los movimientos de mis torpes pasos sobre esta superficie que a veces es suave, a veces es áspera, solo perceptible al tacto de mis pies descalzos.

La falsa apariencia de una calma rotunda y absoluta que esconde un vendaval de electrones, desligados de su núcleo y encerrados a la par que libres dentro de este espacio de semblante infinito que privados de trayectoria chocan entre sí generando una carga térmica descomunal. Una carga que se expande sin control alguno. Una carga invisible, pero muy pesada.

¿El cómo he llegado hasta aquí? Un completo misterio.

O tal vez esa sea la verdad que yo misma construyo para no tener que afrontar lo que está enterrado bajo los cimientos de esa afirmación. Tal vez sea eso, y por eso mismo estoy aquí, en este limbo. 

Paciente.

Esperando.

Esperando para ver el amanecer.

Esperando para ver el anochecer.

Esperando para ver dónde desemboca el cultivo desmedido de esta carga eléctrica.

Esperando a ver esa estrella, hambrienta, iluminando el cielo.

Solamente, esperando

Sola.

Esperando.