miércoles, 17 de octubre de 2012

Diminuto Corazón

Recuerdo aquel día como si fuera ayer. Era el día en el que iba a cumplir 17 años. Mis amigos me habían preparado una fiesta sorpresa y toda la felicidad posible habitaba en mi pudiéndose notar facilmente en la expresión de mi cara. Todo era perfecto. Los mejores amigos, globos, regalos... no podía pedir más. Cuando me ofrecieron los regalos, fui abriéndolos uno por uno, de menor a mayor tamaño. Por el de mayor tamaño tenía una gran curiosidad, ya que únicamente lo cubría una bolsa de plástico. Por ello, lo dejé para el final. 
Cuando llegó la hora de destaparlo... mi asombro fue máximo. Era una jaula, con un bebedero, un comedero, una rueda y una casita de la cual asomaba el hocico una pequeña criatura. Era una hamstercita preciosa, y no tardé ni un segundo en abrir la jaula para darle cobijo entre mis manos. La cogí, la miré, notaba su alterada respiración y su nerviosismo. La pobrecita estaba asustada, y yo no la dejaba descansar ni un minuto achuchándola una y otra vez. 
Por un momento, sentí que su diminuto corazón y el mío conectaron de una manera especial, pues a partir de ese momento siempre se mantuvieron unidos.
Los primeros días fueron los más dificiles hasta que la pequeña criatura se acostumbró a mi, pues al principio se asustaba y cada vez que intentaba cojerla se ponía muy nerviosa y no paraba quieta. Pero los días fueron pasando, y mi amor hacia ella fue creciendo cada día más y más. 
Me encantaba escuchar como corría en la rueda, ese sonido hacía que me sintiera feliz porque reflejaba la vida y la vitalidad de mi pequeña. También me encantaba como en vez de subir por la escalera utilizaba siempre la rueda. Al princípio siempre se caia, pero con el tiempo cogió práctica. Era increíble como podía pasarse horas y horas escalando por toda la jaula sin parar ni un minuto.
Pero maldita sea cuando tenía que estudiar y con el ruido que hacía no me dejaba concentrarme. Yo le echaba la bronca, pero me miraba con esa carita... y me era imposible enfadarme con ella.
Un día cogió el mal hábito de morder la goma del bebedero, hasta que un día me la encontré empapada y el bebedero roto. Tuve que comprarle otro, esta vez era entero de plástico para que no pudiera romperlo. Pero recuerdo bien como se hacía su camita con el serrín, como se llenaba los mofletotes de comida cuando le limpiaba la jaula y le ponía su montoncito de comida casi siempre con un "extra", como un trozo de lechuga, nueces, pasas, manzana, zanahoria, queso... El queso... le encantaba el queso, y era monísima cada vez que con sus patitas agarraba un trocito y poco a poco se lo comía. Su forma de beber agua también me encantaba, normalmente con los ojitos cerraditos y hecha una bolita. O su forma de dormir... acurrucadita... O como se peleaba con mis almohadas, o mis sábanas.
La primera vez que la vi bostezar me pegué un susto tremendo, aquella pedazo de bocona que abría no podía ser normal! Y cuando le compré su bola de ejercicio y corría felizmente por toda la habitación metida en la bola... dios mío era tan achuchable! Pero a la vez tan pequeñita que daba miedo achucharla demasiado.
Y un día, casi me mato a mi misma por pecadora. Tenía a mi pequeña en la silla conmigo, pero cuando di cuenta la muy bruta suicida se tiró de cabeza al suelo. Me asusté y moví la silla, con la mala suerte de pillarle una patita. De repente vi una pequeñita mancha de sangre en el suelo. Casi me da un patatús. Le hice una heridita en la patita, no era muy grave, pero la pobrecita cojeaba y estaba constántemente chupándose la herida. Inmediatamente me puse a buscar maneras de curarla, y cuando encontré la forma me puse a ello. Si durante todo el tiempo la había tratado como una reina, aquel día más todavía. Finalmente la patita se le curó sin dejar ni un solo rastro, y por fin pude quedarme más tranquila.
Fue pasándo el tiempo, se hacía viejecita, todos sabemos que los hamsters no duran mucho tiempo. Yo lo sabía mejor que nadie, y me estaba preparándo para el día en el que ella faltara. Sabía que a su corazoncito cada día le quedaba un latido menos, y eso realmente dolía. Intenté olvidarme de esa idea, de disfrutar al máximo el tiempo que me quedaba al lado de mi pequeñina. Y así lo hice, me olvidé por completo de esa muerte que podría llegarle en cualquier momento. Hasta que un día, de repente, comenzó a andar como si no tuviera la fuerza suficiente para sostenerse entre sus patitas, pero no parecía que estuviera mal, pues como siempre seguía trepando por la jaula y metiendo ruido a más no poder. No le di demasiada importancia.
Y llegamos al día de hoy, sí, hoy, esta misma tarde, donde el corazoncito de mi pequeño tesoro dejó de latir entre mis manos. Me fijé que llevaba un buen rato en la misma posición, y me asusté porque creí que había muerto. Pero la cojí y aún respiraba y se movía, pero muy debilmente. No quería comer ni beber, pero aún así le dí un poquito de agua, pues una vez le pasó lo mismo y al rato pudo recuperarse con un poco de calor y agua. Pensé que esta vez sería igual. Me equivoqué. 
Fui corriendo a la cocina a por un paño para poder envolverla en él y darle calorcito, además también de cojer un trocito de lechuga para ver si lo quería comer. Nada. Simplemente la envolví en el paño, dejando asomar tan solo su cabecita, y la acomodé entre mis manos para que estuviera cómoda y calentita. Cada poco iba mirando a ver si respiraba. Parecía que estaba bien, incluso parecía que iba a mejor, asi que intenté no preocuparme tanto. Pero cuando eché un último vistazo... comprobé que tenía los ojos cerrados, no se movía, no respiraba. No podía ser, tenía que respirar. Tenía que moverse. "Hey, chiquitina... vamos... despierta..." dije una y otra vez. "Despierta... despierta... despierta". Silencio. Solo silencio en una habitación que en ese momento me pareció completamente vacía, en la que recostadita entre mis manos su pequeño corazoncito dejó de latir. Y la acaricié. Y seguidamente, lloré. Por supuesto, la enterré. No pronuncié palabra alguna, pues no hacía falta. Porque yo sabía que, a pesar de que ya no latía, ese diminuto corazón seguiría unido al mío para siempre.



Te Quiero Muchísimo Pequeña

sábado, 22 de septiembre de 2012

Sueños Infantiles


Me he cansado de sueños estúpidos que no llevan a ninguna parte, que vuelan sin rumbo por mentes ansiosas de escapar de esta realidad fría y dura. Por una vez quiero mantener los pies en la tierra y dar un paso firme y fuerte hacia la realidad dejando atrás los sueños de niños. 
Este no es el cuento de hadas con el que de pequeña siempre soñé, pues... 
¿Dónde está mi carroza? 
¿Y los dulces pajaritos que me dejan cantar sola? 
¿Y esa magia que adorna toda fantasía? 
¿Dónde está ese príncipe que irá en busca de su princesa con tacones de cristal? 
 No, en esta historia ni siquiera hay sapo al que besar.
Ya no quiero ser esa niña que se alimentaba de sueños y fantasías. Quiero abandonar el país de nunca jamás y enfrentarme al mundo real. Quiero crecer. Pues esta vida es para vivirla, y solo los fuertes son capaces de vivir día a día sin tener que buscar un refugio entre los recovecos de sus anhelos. Vivir una mentira nunca fue una mala opción para mi cuando tuve que elegir. 
Pero ahora se que no fue la mejor opción.
Y con ello, no renuncio a todo sueño. Renuncio a soñar una vez bajo de mi cama y emprendo camino hacia un nuevo día, y retomo mis sueños una vez cerrados mis ojos mientras me envuelve el espíritu de la noche. Solo en ese momento, me permito soñar. 
Solo en ese momento, vivo en un mundo totalmente diferente y nuevo. 
Solo, en ese momento, hay sapo al que besar. 
Pero, cuando la luz del sol vuelve a colarse por mi ventana... 

Hay que despertar. 


martes, 18 de septiembre de 2012

La historia interminable: Parte II

Todo era perfecto tal y como era, y a pesar de no ser una pareja formal, yo era feliz así, sin compromiso, pero siendo fiel a una única persona. Pero llegó el día en el que decidistes querer hablar, en el que parecías no conformarte con simplemente una mera amistad con derecho a besos y caricias. Querías alcanzar demasiado rápido el "y vivieron felices y comieron perdices". Yo dudé, no quería que nada cambiara, no quería precipitarme. Pero no solo debía tener en cuenta mi opinión y mi felicidad, también debía ver por él, y por lo que a él le haría feliz. Después de pensarlo detenidamente, decidí dar el paso, pues era lo que él quería, y yo quería que él fuera feliz, y haría todo lo posible porque comieramos perdices juntos.

Todo empezó con buen pie, al principio nada cambió, todo era como antes, y parecía que la cosa no iba nada mal, a pesar de que yo no me sentía completamente en una relación, pues lo que importaba esque estubieramos felices juntos. Hasta que llegó un momento, en el que poco a poco la relación comenzó a convertirse en algo extraño, empezamos a dudar de cual era el comportamiento que debíamos tener el uno con el otro, las situaciones forzadas comenzaron a aparecer. Al final, parecía que tan solo nos veíamos por el mero compromiso de haber establecido que eramos una pareja, a pesar de que los sentimientos seguían ahí. La distancia cada vez se hacía más grande, llegaban a pasar semanas antes de volver a vernos, todo se volvió tan extraño.

Empezaron a surgir las dudas, si de verdad quería estar con él, qué esperaba de todo aquello, qué esperaba él, las dudas crecían y crecían de un modo totalmente descontrolado, y con ellas, los miedos. Miedo a tomar la decisión equivocada, miedo a sufrir, miedo de tener esperanzas por un sueño que parecía acabarse. Las hadas del cuento se habían desvanecido, la llama que una vez iluminó toda una noche se tornó negra oscureciendo el día, y de toda aquella magia que habitaba en mi solo quedaban restos de lo que un día fue. El príncipe de este cuento simplemente se dirigía hacia la última página del libro sin que su princesa tan siquiera lo percibiera. ¿Y la princesa? La princesa decidió vivir entre dos mundos, refugiándose entre aquellas primeras páginas ya apoderadas de la inmortalidad del recuerdo acompañada únicamente de sus anhelos y su llanto, y entre aquella última página hacia la que se dirigía su príncipe, y donde ella le esperaba sin saber si el destino de su principe era aquel o tomaría otro camino.

Y sin hacer el más mínimo ruido, una noche el príncipe llegó hasta su destino, sorprendiendo a la princesa, pues ignoraba que su príncipe había pasado por las mismas dudas y frustraciones que ella había sufrido en soledad. El príncipe adelantó uno de sus pies hacia la palabra escrita frente a él, donde al otro lado de esta le esperaba la princesa. Y con el pie posado sobre la palabra, el príncipe comenzó a pronunciar palabras que provocaron que la agrietada página en la que se encontraban se cuarteara aún más con las tres gotas que la princesa dejó deslizar por sus rosadas mejillas. Llegó el turno de la princesa, y esta decidida adelantó también uno de sus pies hacia la palabra escrita, y comenzó a hablar. Por un momento, la princesa volvió a vivir aquella sensación, esa sensación de que la noche fuera eterna, pues hacía tanto tiempo que no mantenían una conversación que, aunque no tuviera un final en el que acabaran juntos, en ese momento mientras hablaban lo estaban, y por un momento ella volvió a ser feliz. Y por esa felicidad, ella sintió en su interior que debía hacer algo. Y le besó. Y sonrió. Y juntos, se miraron, colocaron sus dos pies sobre esa palabra, y se abrazaron, concluyendo de ese modo lo que en un principio pareció ser, una historia interminable.  
  
Esa palabra, no podía ser otra que la palabra "FIN." Pero lo importante de esta palabra, no es el significado de la palabra en sí, ya que la importancia la indica el punto que la finaliza, 
  y que realmente refleja el verdadero fin. Pues debeis saber, que este punto, no es un simple
 punto y final.
 
 Es un punto y aparte.

Y el sol se ocultó hasta que llegara el momento en el que estuviera preparado para volver a iluminar la vida con más resplandor que nunca.

lunes, 10 de septiembre de 2012

La historia interminable: Parte I

Todo comenzó en aquella noche, aquella noche en la que decidistes mandarme un "entonces que, te vienes de fiesta???" a través de una pantalla con todo tu entusiasmo, que yo, por supuesto, felizmente contesté. Aquella noche hablamos de tantas cosas, aquella conversación parecía nunca acabar. Después de aquella noche, día tras día nos acompañábamos mutuamente a través de esa misma pantalla, contándonos nuestro presente, pasado, y a veces hablando de un futuro en el que nos viéramos de nuevo, al fin. Juntos compartimos emociones, batallas contra el sueño, sueños aún por cumplir y descubrir. Las emociones y sensaciones transmitidas tras una simple pantalla eran tan grandes, que deseaba que llegara el momento de compartir todo aquello en persona. Y por supuesto, esa día llegó.
Era una tarde de mayo, calurosa, yo corría pues llegaba tarde a nuestro encuentro, y lo último que quería era retrasar aún más ese momento. Llegué, te miré, te di dos besos, sonreí. Nuestra tarde juntos comenzaba. Estaba nerviosa, pero no importó, pues poco a poco los nervios fueron desapareciendo sin que ni siquiera me percatara de ello. Nuestro primer destino, el cine, compramos nuestra entrada, y una vez dentro y sentados, sacastes una bolsa de lacasitos y me la ofrecistes. Mis ojos se iluminaron, él sabía de sobra que me encantaban, los llevó para mi, para darme una sorpresa. Mi sonrisa en aquel momento podría haber iluminado la sala entera, pero con que iluminara sus ojos, a mi me bastaba. 
Tras el cine, la tarde continuó, y fuimos a pasear. Acabamos en un parque, donde sentados en un banco y comiendo chucherías, hablábamos y hablábamos sin parar, como cuando lo hacíamos tras aquella pantalla, solo que esta vez era mucho mejor, porque tu estabas allí, frente a mi.
Las horas pasaban, y llegó el momento de partir hacia un nuevo destino. Nos dirigíamos hacia el concierto de un amigo suyo, y de camino, por supuesto, no parábamos de hacer el tonto. Corríamos, saltábamos, nos empujábamos, pero sobre todo nos reíamos. A la tarde perfecta se le añadía la noche perfecta, y así fue. Tras el concierto, simplemente nos olvidamos de rumbo alguno, y dejamos que nuestros pies decidieran por ellos mismos el destino de nuestra próxima aventura. Como no, las palabras volaban como si no hubiera mañana, los temas de conversación no se acababan, y las horas seguían pasando. Aquella noche parecía ser eterna, eternamente maravillosa, pues me encantaba esa sensación que recorría mi cuerpo al sentir que nunca se acabaría. Nuestro último destino, el castillo de San Fernando. Cuantos recuerdos volaron por mi mente tras visitar aquella antigua reliquia de mi memoria, me sentía feliz, llena de alegría, y a pesar de haber estado toda la noche despierta, la llama de mi cuerpo permanecía encendida, iluminando la noche.
Y cuando alcé mi vista hacia el horizonte, y me percaté de que amanecía, no podía creermelo. Habíamos pasado una tarde y una noche entera juntos, parecía imposible que esa noche eterna estuviera dando paso a la luz de un nuevo día. Y yo, que nunca había visto amanecer, emocionada le ofrecí la opción de verlo juntos. Sin conformarme con una tarde y una noche perfecta, a ello le añadí un amanecer perfecto junto a la persona que más deseaba que estuviera a mi lado en ese momento.
El sol, poco a poco se alzaba en ese cielo que cubierto de nubes nos hizo prácticamente imposible visualizar el nacer del sol exceptuando algunos instantes, pero a mi verdaderamente me parecía el amanecer más maravilloso del mundo, simplemente por el hecho de compartirlo con él.
Y llegó el momento, en el que estando rodeada por sus brazos y cansada de reprimir mis emociones, alcé la vista y fundí mis labios en los suyos. En ese momento, todas las sensaciones que habíamos vivido juntos, desde la primera hasta la última, se mezclaban entre sí para dar paso a sensaciones totalmente nuevas que como si de fuegos artificiales se tratasen explotaban en mi interior haciéndolo rebosar de una felicidad que no era capaz de creerme.
Y por más que quisiera que ese momento fuera eterno, tal y como deseé que esa noche no acabara jamás, finalmente acabó en el portal de mi casa y con un beso como despedida. Una vez finalizada experiencia tan increíble, se repitieron otras, y otras las siguieron. Más amaneceres coronaron nuestras eternas noches, y más besos fueron grabados día tras día y noche tras noche en aquel portal.
Estaba viviendo mi sueño, después de mucho tiempo era realmente feliz perteneciendo a aquel cuento de hadas en el que se había convertido mi vida, aquel cuento que contaba esa historia que parecía interminable, donde él era mi príncipe, y yo la princesa.


Bienvenidos sean

Buenas noches señoras y señores

Les doy la bienvenida a mi nuevo blog, el cual espero que poco a poco vaya dando sus frutos, si ya no es a un nivel exterior, al menos que lo sea personal (habrá que consolarse de alguna manera). En fin, hoy me parecia que era una gran noche para crearse por fin ese blog que llevaba un tiempo queriendo hacer, pero algunas complicaciones emocionales y demás rollazos se han interpuesto entre mis ganas de hacerlo y yo. Por fin he superado obstáculos, y hoy estoy aquí luchando por mi misma y por seguir adelante. Espero que más de uno me acompañe en esta nueva etapa y aventura de mi vida, y si no, os podeis ir todos a pelar patatas.

Que de comienzo la nueva etapa de la señorita LadyMetal.