Un suspiro más. Uno de tantos.
Porqué será, que siempre que crees que alguien sujeta firme tu mano, sientes que esa fuerza flaquea, y comienzas a escurrirte.
Porqué será, que cada vez tengo más claro que cuando uno deja de sufrir es cuando está solo.
¿Es que estoy loca? ¿Estoy loca al pensar que, al fin de al cabo, en la única que puedo confiar es en mi soledad?
No puedo estar tan loca cuando después de tanto tiempo ella es la única que acaba regresando a mis brazos sin decepción alguna. No puedo estar tan loca, cuando tras mil intentos de olvidar estas preocupaciones, el dolor haya dejado un rastro tan intenso.
Una creencia muy falsa, la de tener fe en que si obviamos lo que no queremos ver, podremos seguir adelante sin mirar atrás. Tal vez sea así en cierta medida, es probable que no miremos atrás por pavor a lo que podemos encontrar, sin embargo eso no hace que las nubes negras desaparezcan, al contrario; Esas nubes negras, que acumulan inseguridades, dudas, y un miedo terrible, terminaran por colapsar en una tormenta eléctrica que estremezca hasta el más nulo sentido del juicio.
Y ese aguacero se tornará realidad en tus ojos, y cuando éstos no puedan soportar tal cauce de pesar, sequen al fin, dando paso al tormento solitario del alma, que llorará triste y sola.
Solemos decir que, cuando suceden este tipo de cosas, cuando algo duele tanto, cuando sientes que un pedazo de tu corazón ha emprendido un camino que no puedes seguir, nos sentimos vacíos. Pero no, no es así, nada más lejos de la realidad. Ese pedazo de ti que ya no está, ese todo que se ha tornado en nada, simplemente ahora está lleno de sufrimiento.
En el mismo instante que un hueco queda vacío, llega nuestra mayor tortura para rellenar todo aquello que acabamos de perder.
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